martes, 29 de septiembre de 2009

Decisiones

Había escrito un post larguísimo sobre el pleibiscito sobre la anulación de la Ley de Caducidad. Había escrito sobre la vergüenza y la mugre y la cobardía y el horror, y la oportunidad de limpiar un poco. Sobre el recuerdo terrible de 1989, cuando me dio asco vivir en Uruguay. Sobre la repulsión que me producían las imágenes publicitarias del "Sí", con niños y muchachas sonrientes producidas por publicistas imbéciles que siguen sin entender -a veinte años de aquellas chotas que bailaban con calzas verdes, como si el Voto Verde fuera la legalización del porro- que se estaba hablando de un tema serio y trágico. Sobre una izquierda frenteamplista que ya no significa nada para mí, que va a votar a un candidato al que le dan pena los "viejitos" represores encarcelados y que no movió un puto pelo de su bigote para hacer algo por el voto a la papeleta rosada. Sobre esos militantes imbéciles a los que les importa más el humillar a los votantes de los partidos tradicionales, como si fuera un partido de fútbol, que el limpiar la inmundicia de ser conocidos como un país de cómplices de tortura. Sobre la historia reescrita por los ahora vencedores, y apelando una vez más a la teoría de los dos demonios, pero ahora embellecida como la historia de San Jorge y el dragón. Sobre el no confundirse ni mezclar el tema con el del voto epistolar, al que me opongo totalmente y fue propuesto por especulación electoral sin pensar dos minutos acerca de su injusticia fundamental. Sobre mi afecto a los emigrados y mi deseo de que no se metan en mi vida si no van a compartirla. Sobre el silencio, sobre la comunicación, sobre la rara oportunidad histórica de compensar un momento fatídico en el que la democracia se convirtió en un río de mierda.

Pero no vale la pena a esta altura de las cosas publicar algo tan largo; en parte por las complicaciones de lectura y, sobre todo, por lo sencillo del asunto. Es decir, nada; voten la papeleta rosada y eliminen esa ley podrida. Espanten la maldición.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Fui a ver a Kiko Veneno

Hace unos quince años un músico amigo con el que tocaba me entró a romper los huevos con Kiko Veneno. Yo estaba en pleno estado de hispanofobia, al menos en relación a la música de la Madre Patria, particularmente si se trataba de algo medianamente telúrico. Pero alguna canción me llamó la atención, y después otra, y después otra. En poco tiempo resultó que, estando dando mis primeros pasos en la guitarra, la quinta o sexta canción que aprendí a tocar en mi vida fue "Joselito".

Ayer fui a ver a Kiko Veneno, que anda por los sesenta años, en plan fetichista, a ver de cerca a alguien cuya música había sido tan importante para mí en algún momento, a hacer el ritual de reconocimiento.

Y la hizo mierda; los que fueron lo saben. De hecho para mí fue la definición de cómo alguien puede hacerla mierda arriba de un escenario, de cómo no podés distraerte, de cómo usar el castellano como si no hubieran palabras privilegiadas, de cómo pelar sin aturdir.

Y nada, qué me voy a extender sobre el asunto, "para qué quieres la información / si no la usas".

Kiko garpa.