
Sin embargo yo no creo en el total vaciamiento de la palabra "genio", porque no creo en el vaciamiento total del arte como forma de intercambio humano, y por lo tanto no me cuesta utilizar el término para denominar a un compositor repetitivo, pedante, excesivamente prolífico y técnicamente limitado, pero que, entre aciertos y errores, es capaz de vez en cuando -por suerte cada vez con mayor frecuencia- de evocar el lenguaje de su tiempo y condensar la confusión polifónica de este mundo desintegrado en una forma sensible, que no depende de la empatía más evidente sino de la más sutil. Este genio se llama John Darnielle, líder y esencialmente único integrante de la banda The Mountain Goats.
Descubrí a Darnielle al mismo tiempo que casi todo el mundo hace unos ocho años con la canción 'The Best Ever Death Metal Band in Denton', un tema folk que no habría desentonado en The Frewheelin' Bob Dylan si no fuera que está grabado con un radiograbador en un cassette de cinta (cuyo zumbido es perfectamente audible), y si no fuera porque los héroes populares de la canción son un par de adolescentes metaleros que tras haber sido despreciados y desesperanzados planean algún tipo de venganza siniestra -nunca explícita en la letra-, y que culmina con un extrañamente festivo "Hail Satan!".
Una canción tan buena que inevitablemente reducía en comparación a casi cualquier otra de las decenas de composiciones que atestaban sus excesivamente numerosos discos. Víctima del síndrome grafómano de Robert Pollard, Darnielle parecía dispuesto a quebrar algún record de cantidad de temas editados, olvidando ese principio esencial de que el arte es tanto un proceso de creación como de selección. Para peor apelando a una sonoridad lo-fi que en lugar de aportar texturas distintas se había convertido tan sólo en un esnobismo más.
Cuando estaba perdiendo interés en Darnielle, la increíblemente hostil -pero melodiosa e impactante- canción 'No Children', presente en su primer disco grabado en un estudio decente -Tallahasse (2002)- me recordó que el tipo era realmente algo serio, pero ese disco conceptual que gira alrededor de la relación autodestructiva de una pareja me reveló también una característica negativa del compositor: un exceso de cuidado literario, de artesanía de taller de escritura, que hacía a sus canciones ricas en vocabulario y originales en temática y desarrollo pero demasiado cerebrales y autoconscientes de su carácter "artístico". En definitiva: increíbles, pero no en el buen sentido del adjetivo. Darnielle me aburrió y dejé de prestarle atención durante algunos años. Un día me intrigó el ver en que andaba ese tipo del que admiraba mucho algunos temas y me bajé un disco llamado The Sunset Tree, pero no lo escuché y lo dejé perdido en algún lugar de mi disco duro.
Este verano me compré por primera vez un lector de mp3, una especie de I-Pod Samsung al que decidí llenar de discos que aún no había tenido tiempo para escuchar, y llevármelo a Punta Rubia junto con una buena colección de CDs. Esta selección -en la que había discos de A.C. Newman, Antony & the Johnsons y The Beta Band- terminó siendo uno de los conjuntos de canciones que escuché más y mejor en los últimos diez años, y le entré en el mejor de los ambientes posibles: en el ómnibus a La Pedrera. Entre los discos estaba, por supuesto, ese The Sunset Tree, que decidí escuchar tras decepcionarme con los sobrevalorados e intrascendentes vejigas de Animal Collective, sabiendo que por lo menos me iba a encontrar con canciones bien compuestas. Empecé a escuchar The Sunset Tree poco después de cruzar el límite entre Maldonado y Rocha, y lo terminé poco antes de llegar a Punta Rubia. No era un disco musicalmente muy distinto al sobre-escrito Tallahassee, y muchos de los vicios líricos de Darnielle seguían allí (i was seventeen years young), pero era una puta obra maestra y uno de los discos más llenos de emociones fuertes que haya escuchado nunca.
Luego me enteraría -aunque en realidad no me sorprendió porque no se puede escribir así sobre algo no vivido- que el disco era parte de una trilogía de discos conceptuales y en buena parte autobiográficos (Darnielle hasta Tallahassee sostenía que todas sus canciones eran sobre personajes de los que estaba totalmente distanciado), trilogía que había comenzado con la serie de retratos de amigos anfetamínicos de Portland, We Shall All Be Healed (2004) -un disco muy atractivo- y culminaría con la decepcionante y llorona descripción de su ruptura matrimonial de Get Lonely (2006), tal vez su peor disco.
Lo cual es realmente extraño, ya que su antecesor, el ya mencionado The Sunset Tree, es lo mejor que hizo nunca y posiblemente lo mejor que vaya a hacer. Un disco que en varios de sus temas trata de su adolescencia bajo la opresión de un padrastro brutal e incomprensivo, que lo revienta a trompadas por despertarlo involuntariamente al llegar a casa ('Hast Thou Considered the Tetrapod') y al que sueña despierto con asesinar de un escopetazo en la boca ('Lion's Teeth'), y que contiene una serie de canciones absolutamente conmovedoras, llenas de furia y amor a duras penas contenido. Un disco que te trae una sonrisa terrorista a la cara al escuchar a Darnielle cantar las estrofas brutalmente guerreras de 'Up the Wolves' (I'm gonna bribe the officials, I'm gonna kill all the judges / It's gonna take you people years to recover from all of the damage / Our mother has been absent / Ever since we founded Rome / But there's gonna be a party when the wolf comes home) o que te llena de tristeza indefinible ante las esperanzas sombrías de los amantes de 'Dinu Lipatti's Bones'.
En lo particular, y supongo que tanto por motivos personales como por las cualidades de la canción, me desarmó -casi literalmente- con el último tema, 'Pale Green Things', en el que evoca en su memoria al hijo de puta de su padrastro pero no puede recordar más que algunos escasos momentos tiernos y hasta dignos de compasión en las carreras de caballos. En un momento Darnielle dice que su hermana lo llamó una noche a las 3 de la mañana y serenamente canta "She told me how you'd died at last" e inmediatamente repite con la voz quebrada el "at last!", con una clase de dolor, alivio y pena que sólo alguien que haya convivido con el odio a un familiar que no eligió puede entender.
(Escuché ese "at last" ya abajo del ómnibus, con el estuche de la guitarra sobre la espalda y un bolso colgando de cada hombro, bajando por la calle de Las Maravillas y viendo a lo lejos el azul profundo del océano en un día soleado. No escuchaba nada más que el gruñido lejano del Atlántico y el zumbido inquieto de las chicharras. Me prendí un porro que llevaba en el bolsillo de la camisa -yo sólo fumo en verano- y me dirigí al almacén para buscar las llaves del rancho. Un poco antes de llegar tuve que detenerme para secarme la cara, porque se me estaba empapando de algo que no era sudor. Sin embargo me sentía bien, muy bien, por fin. Era verano y era un día radiante y lleno de expectativas.)
El disco posterior, Get Lonely, sería aún más catártico pero demasiado autocentrado, cerebral y quejoso como para ser realmente emocionante, y bastante más pobre en lo melódico (aunque la producción sonora sea prácticamente idéntica). Luego de esta avalancha autobiográfica, Darnielle -por suerte sin abandonar el buen sonido y los buenos compañeros de ruta musical- volvió a la temática diversa de sus discos lo-fi con Heretic Pride, un disco que toma su nombre de un tema de Aura Noir -una banda de black metal noruega- y en el que vuelve a retomar sus habituales obsesiones: imaginería de metal extremo, personajes históricos del reggae, referencias a escritores de subgéneros, romances complicados y sentimientos violentos. Un gran disco con el mejor de los bateristas del mundo -Jon Wurster-, que lo coronó ante la crítica estadounidense como poeta laureado oficial del rock actual, y en el que hay por lo menos tres canciones maestras; la fantástica visión individualista y arrogantemente religiosa del tema que le da nombre, la ominosa 'Michael Myers Resplendent' y la que posiblemente sea una de sus canciones más profundas y conmovedoras: 'Marduk T-Shirt Men's Room Incident':
Slumped up against the sink
Hair plastered to her cheeks
Marduk t-shirt sticking to her skin
Refugee from a disco in old east Berlin
weightless
formless
blameless
nameless
Stray syllables were gurgling
From her throat one at a time
Face hidden from my view
I let myself imagine she was you
Only weightless,
formless,
blameless,
nameless
And when I washed my hands
I ran the water hotter than I could stand
Half rising to a crouch
Sinking back down to the floor
when you're walking keep your head low
Try to leave no traces when you go
Stay weightless,
formless,
blameless,
nameless

La remera de Marduk mencionada desde el título refiere a una de las más brutales y a la vez payasescas bandas de black (o en su caso, con bastante de death) metal escandinavo. Formados con la expresa intención de ser un grupo brutalmente ofensivo y blasfemo, los Marduk se hicieron notorios desde su primer disco, que se llamaba Fuck Me Jesus y cuya portada exhibía un dibujo de una mujer auto-sodomizandose con un crucifijo. Material hardcore, digamos.
En todo caso los suecos de Marduk siempre han tenido algo de broma; lejos de la calidad musical de bandas como Ulver, Emperor o Enslaved, lo de Marduk siempre fue barbarie musical y oscuridad absoluta, en cierta forma más próxima a lo de anormales como Gorgoroth o Dark Funeral, pero con el grotesco escénico de Cradle of Filth y un sentido de la sutileza digna de Gwar (pero sin humor). Sin embargo fueron -y son- una banda muy popular dentro del gigantesco mercado europeo de metal extremo.
La referencia a una banda tan bestial es ambivalente; por un lado Darnielle es un reconocido consumidor de metal extremo, lo cual tal vez no se note en su música pero que -además de probar que es un tipo fino- nutre de referencias muchas de sus canciones. Desde su exitosa 'The Best Ever Death Metal Band in Denton', es habitual que haya menciones a grupos de esta subcultura rockera en sus canciones, particularmente en el sombrío EP Satanic Messiah -editado simultáneamente al Heretic Pride, en 666 copias que se vendían por 6,66 dólares-, en el que incluso hay una (excelente) canción llamada 'Sarcófago Live', que le debe el nombre a una más bien oscura banda metalera brasileña. No solamente eso: Darnielle escribió un libro entero sobre el tercer disco de Black Sabbath, Master of Reality. Es decir, no es sólo pose y no es irónico.
Pero también hay que considerar dos cosas más allá del posible interés de Darnielle en el género: la inclusión de estos nombres y referencias sonoras contrasta con la suavidad y economía musical de los temas que los mencionan y, además, dan un marco cultural y etario instantáneo. El metal, más allá de que algunos medios y artistas -como el propio Darnielle- le hayan aportado un renovado marco de coolness, es música de gente que se cayó del tren de la moda, de los que están aterrados por los límites de la madurez y oscurecidos por la inadaptación a la juventud, de los descastados generacionales. Es música denigrada como terraja e inmadura, aunque sea a la vez la mayor proveedora de virtuosos musicales; es música de personas de sentimientos simples y maniqueos. Y es música, generalmente, de adolescentes tardíos y de clase social media-baja, de hijos de alcohólicos y habitantes de complejos habitacionales mal construidos.
No hay ninguna brutalidad musical ni lírica (al menos explícita) en 'Marduk T-Shirt Men's Room Incident'. Al contrario, al igual que 'Dinu Lipatti's Bones' o 'In Corolla', presenta a Darnielle explorando las aristas más suaves y delicadas de su a veces irritante voz nasal, buscando una intimidad absoluta con el oyente e irradiando una tristeza insondable. El acompañamiento musical es mínimo y de sutileza ejemplar: apenas un arpegio borroso de guitarra que en algún momento es subrayado por un leve arreglo de cuerdas y, en los estribillos, un coro femenino tembloroso, aún menos firme que la desolada voz lider. Es, en todo caso, una canción bellísima, que transmite esa fragilidad melancólica de los mejores temas de Cocteau Twins o Nick Drake, y que a primer escucha podría confunidrse con un etéreo tema de amor no correspondido. Pero en manos de un letrista como Darnielle, obviamente eso no iba a ser tan fácil.
Nunca queda muy claro qué es lo que se está describiendo en esta canción: se sabe que se está en un baño de varones y que hay una chica colapsada -ya sea por alcohol, drogas o su habitual mixtura-, empapada y con enormes dificultades para incorporarse del lavatario o levantarse del piso. No se sabe lo que pasó pero, sin la menor referencia directa, todo connota alguna clase de contacto sexual entre la chica y el narrador. Más allá de la descripción de su postura corporal, de su cabello pegado a la cara y de la remera de Marduk, no se sabe gran cosa de la chica dada vuelta y apenas referida como una "refugiada de una disco del viejo Berlín Este". La remera de una banda metalera, la evidente intoxicación y, por qué no, la culpa omnipresente en el narrador, sugiere la idea de que se trata de una chica muy joven, pero también podría, simplemente ser un buen ejemplo de esa clase de mujer a la que se califica y resume con el término despectivo y simplificador de "reventada". Pero ella no habla, así que sabemos poco sobre sus sentimientos e intenciones.

Hay algo similar en el aparente contraste entre la dulzura de la música y lo casi misógino de su ruego que me hace pensar en una de las mejores canciones de los Rolling Stones, 'Backstreet Girl'. En ella Mick Jagger -en medio de su período más machista como letrista- le ruega a una chica con la que evidentemente ha tenido alguna clase de affair que no lo siga, que no trate de ser nada importante para él, que no moleste a su mujer, que no sea parte de su mundo y que se limite, simplemente, a ser su "chica de la calle de atrás", un concepto que no es equivalente al orgulloso back door man sodomizador de Willie Dixon, sino a un entretenimiento culposo que hay que ocultar por no ser lo bastante presentable para la imagen oficial del cantante. Sin embargo y a pesar de lo repelente que resulta el concepto central de la canción, hay una extraña ternura en 'Backstreet Girl' que excede lo agradable de su melodía, y que proviene de la debilidad con la que Jagger la canta, mucho más en tono de súplica que de orden. A primera escucha el narrador parece un canalla, pero no sabemos en los términos en que se planteó la relación, y todos los que vimos Atracción fatal sabemos lo caro que a veces puede volverse un momento voluble.
(Luego de la última frase debería ir un emoticón haciendo una guiñada, especialmente después de mencionar a una película tan repelente como la citada, pero supongo que todo el mundo -hombres y mujeres- hemos pasado por esa experiencia incomodísima y a veces atemorizante de cuando un encuentro sexual ocasional y sin premeditación es percibido por la otra persona como algo más, y esa percepción -en esta sociedad en la que el amor romántico de pareja está totalmente sobredimensionado y parece justificar las conductas más intrusivas- le otorga, o parece otorgarle, una especie de derecho a interferir con nuestras vidas en un grado mucho mayor del que un simple polvo debería autorizar. El amor -palabra con la que se denomina muchas veces a una simple obsesión neurótica-, es supuestamente una fascinación por una persona que debería traslucirse en el deseo constante de la felicidad de la misma, pero que a menudo se vuelve una excusa de molestia, de destrucción, de tortura. Amor es una palabra mal hecha que define a dos reacciones diametralmente opuestas hacia la misma persona y que denomina tanto a un pacto entre dos o más adultos como a la asunción individual y solitaria del derecho a ese pacto.)
Antes dije que no había (mejor dicho, no me parecía que hubiera, es muy difícil afirmar nada ante canciones tan abiertas como esta) un abuso en el ambiente enrarecido, algo onírico y lyncheano, de esta canción. Sin embargo todo es relativo en el mundo de la culpa: Andrea Dworkin, una de las feministas extremas que terminaron involuntariamente desprestigiando el concepto del feminismo, sostenía que el sexo heterosexual siempre era una violación, que el simple concepto de la penetración era sinónimo de abuso, de invasión, sugiriendo que solo el sexo homosexual era digno para las mujeres. Obviando la imbecilidad esencial del concepto y llevándolo a un plano más sensato, hay que reconocer que en una sociedad en la que el sexo sigue estando profundamente culpabilizado, especialmente para las mujeres, el tomar el rol activo -que fisionómica y culturalmente ha correspondido esencialmente al hombre- suele ser visto como un acto de valor en términos casi militares, es decir, en términos de lo que importa es exclusivamente el triunfo (el orgasmo masculino). Pero también hay personas más sensibles que no pueden abstraerse del merengue de responsabilidad y culpa que significa lidiar con un acto maldito e idealizado simultáneamente, sobre todo cuando existe la presuposición social o individual de estar a cargo de las decisiones.
Una mujer, la escritora uruguaya Armonia Somers, señaló algo interesante que me extraña que pueda habersele ocurrido a alguien que no haya vivido eso; en uno de sus mejores cuentos, Sommers se apiada de los hombres, señalando que, mientras que las mujeres no saben qué hacer con la virginidad y que una vez perdida la pierden para siempre, los hombres vuelven a ser vírgenes cada vez que se encuentran sexualmente por primera vez con una mujer. Cada vez que asumen las responsabilidades simultáneas de la erección y el placer ajeno. Hay algo de cierto en eso.
En todo caso el narrador de esta canción (¿será Darnielle?, él suele desligarse de la primera persona de sus composiciones, pero teniendo en cuenta lo escaso de las referencias sexuales en sus numerosísimas canciones y su background católico se podría aventurar que no es alguien que se sienta cómodo con lo sexual o que lo considere la cosa más natural del mundo) se lava las manos con el agua más caliente de lo que puede soportar. Evidentemente no es inocente, o no se siente inocente. Pero se lava las manos, un acto tan higiénico como simbólico luego de aquel viejo indolente llamado Poncio Pilatos, con el agua más caliente de lo que puede soportar. Se castiga levemente. Y al mismo tiempo exonera de cualquier culpa a la chica (blameless); de hecho la exonera de cualquier injerencia humana en su vida: le pide que se mantenga sin peso, sin forma, sin culpa, sin nombre. Que ingrese en el cajón de lo que nos cruza profundamente pero no deja rastros (no queremos que lo haga) en nuestras vidas.
De alguna forma parece que esta no es una de esas anécdotas que los hombres contamos, ni siquiera entre hombres, y sin embargo Darnielle la filtra en una canción -esa forma expresiva con la que los antiguos trovadores intentaban seducir a las damas y con la que sus modernos herederos intentan probar que son mejores personas que las demás-, porque sabe que es material sensible, terreno inexplorado y posiblemente inefable. No tiene nada que ver con lo confesional, sino con el mapeo poético de un territorio virgen para la canción. Un territorio desolado y sórdido que sin embargo es representado en términos de belleza por el simple reconocimiento de su profunda humanidad. Eso es una cualidad tal vez no de genios, como calificaba a Darnielle más arriba, pero sí de compositores valientes más interesados en expresar que en seducir.