jueves, 22 de febrero de 2007

Temporadas de Vicky

Leí en el diario El País que la comuna montevideana planea, ante el deterioro atroz de los parques montevideanos, re-establecer la figura del guarda-parques, que había sido eliminada en anteriores administraciones.

Si estuviéramos hablando de un hospital, tendríamos que alegrarnos porque luego de quince años su administración está pensando en contratar enfermeros o anestesistas, así que aunque comparto la medida (que además todavía no fue instrumentada) no me voy a alegrar. Hubo un tiempo en que en las fuentes de los parques montevideanos uno podía ver peces de colores. Hoy en día con suerte se puede encontrar en las mismas fuentes la ropa interior de un indigente que decidió unilateralmente convertirla en su baño personal.

Dejo en manos de los sociólogos e historiadores definir el momento en que los uruguayos (debería escribir "los montevideanos" porque en el interior las cosas aún son distintas) dejaron de percibir a los espacios públicos como un bien común a preservar y cuidar, convirtiéndose en cambio en sus enemigos feroces. No sé si hay muchos países en el mundo donde irremplazables esculturas de su edad de oro cultural sean limadas por los adictos para vender los trozos de bronce conseguidos, no sé si en los países donde haya ocurrido algo así la desidia de la burocracia municipal -más preocupada al parecer en cómo conseguir recursos con los que financiar casinos que dan pérdidas y en pagar deudas inverosímiles a gremios degenerados- haya permanecido impertérrita, cavilando, sobre las ruinas de dichos espacios, acerca de la posibilidad eventual de que alguna de las larvas a las que emplea sirva para algo más que para hacerle juicios al resto de la sociedad. En realidad ya no me importa; hoy en día me importan muy poco las causas y las excusas y me preocupa mucho más el simple sentido común, que es el pariente platónico de la propiedad común. Como los parques.

El Parque Rodó ha sufrido las embestidas de los planchas lateros en permanente rastrillo de todo lo que les parezca canjeable, ha sufrido la inverósimil capacidad destructora de la ignorancia montevideana y de personas capaces de tirar su basura al lago por no caminar cinco metros, ha sufrido la expropiación de secciones enteras por linyeras que decidieron que su pobreza o su alcoholismo los hacía acreedores a usar las fuentes como baño y los bancos como cocina, ha sufrido la depredación de su fauna y flora, la sobrexplotación comercial de su lago... Y sin embargo sobrevive y permanece relativamente intacto, tanto de los vándalos como de la genialidad renovadora de arquitectos e ingenieros con ansias de posteridad, por lo que el deambular por los alrededores de su castillo y cruzar sus puentes es, todavía, una experiencia notable y una suerte de pequeño viaje en el tiempo hacia un siglo atrás, cuando la arquitectura no era enemiga ni de la belleza ni de la naturaleza.

El Parque sobrevive, pero como si fuera poca la calamitosa acción sobre el mismo de los destructores lumpen y los oscurantistas religiosos (de vez en cuando se siguen encontrando animales sacrificados en repugnantes rituales umbandistas), hace un año tuvo que sufrir la furia de la naturaleza, cuando el asombrosamente imprevisto tornado que dejó diez muertos por todo el país derribó también una veintena de los más nobles y ancianos árboles del parque. Todos ellos fueron retirados con pereza por la IMM y sus privilegidados funcionarios, pero fracasaron con el mayor de todos, con un gigantesco eucaliptus rojo que cayó en una de las calles interiores, paralela a Gonzalo Ramírez. Los empleados municipales, que demoran unos cuatro años -con suerte- en cumplir los pedidos de poda de los árboles de la calle, fueron al parecer incapaces de trozar el enorme tronco derribado y alguien con un gran sentido de la practicidad decidió dejarlo ahí, pelado, caído y trunco, como una suerte de aporte paisajístico de la naturaleza desatada.

Curiosamente no me pareció una mala idea; la calavera de un árbol tan enorme, que al caer era mucho más anciano que yo o que cualquier persona que camine por Montevideo, es algo ligeramente triste pero que conserva todavía sus rasgos de grandeza. Además es un objeto atractivo sobre el cual cualquier niño puede sentirse Pippin encima de Bárbol u otra fantasía más original. Es decir, está bien, es una especie de monumento al tornado que arrasó la ciudad y sus jardines, primitivos o no.

Pero una cosa es el tronco, sólo, muerto, blanco y exponiendo la enorme cantidad de anillos que delatan su edad, y otra cosa es el mismo tronco intervenido por alguna adolescente que en un ataque de anacronismo e inseguridad decidió decorarlo con su nombre escrito con spray negro. Un buen día apareció sobre el tronco una inscripción que decia Vicky 06. Más o menos a la misma altura del árbol caído está la escalinata donde muere la calle Joaquín Requena, otro hermoso detalle urbano ensuciado por los stencils y graffitis. Puede ser que Vicky o Victoria no encontró espacio dónde escribir su nombre en este muro, es decir, dónde escribirlo y que se vea bien. Y entonces lo grabó sobre el árbol caído, un aporte muy desagradable por su contraste con el verde más o menos natural del resto del parque, pero que, supongo, solía mostrarles a sus amigas con orgullo de rebelde.

Alguien se aburrió en algún momento de ver el nombre de esta imbécil sobre el árbol y se tomó el trabajo de tacharlo con un spray negro similar. El resultado tampoco fue bonito, pero al menos y de lejos podía pasar por una quemadura del tronco, lo que es mejor que nada ya que -por supuesto- a nadie de la intendencia se lo ocurrió durante varios meses intentar borrar esa mugre de un elemento visible en el más notorio de los parques montevideanos. A Vicky no le gustó esa censura, porque (supongo) a ella le gusta recordarse y recordar su intrepidez todos los días, así que pocas semanas después de año nuevo, el tronco amaneció pintarrajeado con un Vicky 07, más grande y más visible aún que la pintada anterior. Y a finales de febrero sigue allí, intacto. A su lado hay otra pintada más pequeña -tal vez obra de la misma Vicky- que dice "Tania y Ariadna Vallan a coger" (sic). Esas palabras son las que Vicky considera que los miles de uruguayos que pasan por Gonzalo Ramírez diariamente tienen que leer, eso es lo que ella cree que el anciano y derrocado eucaliptus merece sobre su corteza.

Yo no conozco a Vicky 06 y 07 pero al mismo tiempo me parece que conozco a cientos de Vickys numeradas, convencidas de que la imposición de su poco distintiva marca personal es esencial para todo el mundo, convencidas de que son especiales por hacer lo que sus menores caprichos le indiquen, seguras de tener razón por ser impunes en su campaña por lo desagradable, por reproducir los detalles urbanos que ven en videoclips etnocéntricos en los que se reproduce la gestualidad de una rebeldía plástica y urbana que en algún momento tuvo su contenido ideológico y estético, pero que ahora está mucho más muerta y vacía que tronco del árbol en cuestión. Y me siento impotente ante semejante despligue de estupidez, insensibilidad y egoísmo, por lo que enfoco toda mi energía psíquica y toda mi fe maligna en una simple maldición urbana que tal vez alguna deidad que desconozco pero respeto a priori (y que seguramente sea de color verde) escuche y, en una de esas, cumpla.

Mi pequeño deseo es este: Vicky 06 o 07, pequeña criatura despreciable, ojalá crezcas tan fea como tus intervenciones ciudadanas, ojalá que tus dientes se vuelvan tan negros como tu firma, ojalá que nadie te desée ni entrelaze su rúbrica con la tuya. Ojalá que tu nombre sea olvidado aunque lo pintes en el firmamento.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy cruel de tu parte que la maldigas de esa forma. La pobre Vicky desconoce estar haciendo un daño al cadaver del árbol y a tu sensibilidad.

Y no se si sabes que el mal que se hace siempre vuelve.

Robertö dijo...

En mi barrio hay pocos espacios verdes y lastimosamente son utilizados como sitio de ofrenda a los Orixás, donde a cambio de unas lentejas y un cacho de carne que se termina pudriendo se les pide algún favorcito menor. Y te tenés que ir a la mierda por el olor a podrido culpa de que a un vejiga lo largó la novia o quiere conseguir trabajo por recomendación espiritual.
No se Benito, si algún afrobrasilero de estos te lee yo le quería pedir encarecidamente que no sea sucio de mierda, que le dé de comer al orixá y después limpie la mugre. Encima que esos trabajos los cobran carísimos, que piensen un poco en el resto de la gente que no tiene donde ir a heder.
Y si algún orixá está leyendo también. Que le haga salir granos en el culo o cosas así a estos gerenciadores del espirítu que al final son unos mugrientos bárbaros, así se dan cuenta como es la cosa.

benito dijo...

Bueno, si todo vuelve espero que alguien le esté pintando de negro la cara a esa desgraciada.

Con respecto a lo de las ofrendas; yo en un principio le tuve (tengo) una cierta simpatía al umbandismo porque me parece una religión muy poco dogmática y de preceptos sumamente libres para sus adeptos (además durante mi estancia en Salvador le agarré un gran cariño a su imaginería y sus orixás), pero por supuesto comparto tu calentura: los rituales en el lugar de los rituales y si vos decidiste hacer una feijoada para Exú porque el Maikol se está garchando a la Yenifer en lugar de garcharte a vos, bueno, bárbaro, pero no la dejes en la mitad de un parque.

De cualquier forma encontrarse con un guiso es menos desagradable que encontrarse -como me pasa todos los putos días en la Ramírez- con una gallina degollada (o incluso con varias cabezas de cordero, como me pasó una vez). Eso sí que me dan ganas de hacer sacrificios humanos.

(Abro el paraguas antes de que me lo señalen; los nombres propios que uso para mi ejemplo tienen un tufillo ligeramente clasista, pero me tenté, qué le vamos a hacer).

sissi dijo...

Supongo que tu Vicky no será la misma que pintó frente a la antigua sede de señoritas del Opus: ánimo compañeras que la vida puede más. Esa Victoria por lo menos tenía más imaginación.Y no se ensañó con un viejo árbol caído sino con un feo muro de una suerte de cárcel femenina.
Siempre me han gustado los graffitis, los stencils y en general las manifestaciones de arte callejero, pero cierto es que la increíble imaginación febril de nuestros compatriotas parece haber encontrado inspiración para tal arte en cisternas de baño. Cosa que está acorde con el estado de las calles, que son verdaderas cloacas a cielo abierto. Uno se encuentra al caminar por montevideo en la difícil tarea de esquivar soretes de cualquier procedencia, perro, gato, caballo o gente.
Y ni te cuento si llueve que andás chapoteando en charcos de mierda diluída.
El sistema de espacios públicos todo, parques, plazas, calles ha sido gradualmente vandalizado y eso parece no importarle a nadie.
El guardaparques, no sólo es una figura importante, también debería ir armado.

Anónimo dijo...

Una cosa es pintar una pared y otra diferente es pintar un árbol. Detesto a la gente pinta los árboles. Incluso estoy a favor de castigos, multas, cárcel, etc, para los que pinten árboles. Los peores de todos son los imbéciles que en Navidad ponen luces en los árboles. A esos los colgaría. Y más todavía si se trata de algún fucionario de la Intendencia que autoriza poner luces en los árboles de la vía pública. Antes por supuesto habría que remplazarlo en sus funciones y poner a alguien que no sea una bestia. Y al idiota que lo nombró en el cargo también habría que echarlo por incompetente.

Las ciudades del interior son muy limpias pero Montevideo siempre fue una ciudad sucia porque los montevideanos somos sucios. Me incluyo porque yo respeto los árboles pero de vez en cuando también tiro algún papel. Si antes era más limpia, se debía a que éramos menos, y había menos gente viviendo en la calle. Los espacios públicos nunca se cuidaron, aunque quizás ahora es más grave.

Cuando Tabaré salió electo intendente hizo una campaña para educarnos, y por un tiempo la ciudad estuvo más limpia. No mucho tampoco. Y duró muy poco la educación. Otra cosa buena que hizo fue llenar la ciudad de tachos de basura, porque los colorados destinaban el dinero a otros usos más importantes , por ejemplo sus propios bolsillos. Ahora hay muy pocos tachos de basura y están esos horribles contenedores por todos lados, que son un asco y una fuente de mugre y enfermedades. Casi, casi como en los tiempos de los colorados.

benito dijo...

No, no creo que sea Victoria Diez, en una de esas es la hija. El (renovado periódicamente) graffiti de V.D. es muy apreciado por mucha gente, especialemente porque -si mi memoria no me traiciona- fue pintado en los tiempos oscuros del voto amarillo y la caída del muro de Berlín. Pero en todo caso es, evidentemente, un graffiti autorizado por los dueños del muro, que le han permitido renovar la pintura periódicamente.

Mi posición con respecto a los graffitis y los stencils es la misma que tengo con respecto a casi todas las cosas: no son buenos ni malos, ni lindos ni feos de por sí. Si a los dueños del Living se les ocurrió decorar la fachada con decenas de stencils, viva la cara de ellos, algunos inclusive están buenos. Pero los graffitis inteligentes y que suman algo al entorno son uno en mil, así que por estadística tendría que decir que odio a los graffitis, aunque haya algunos que me gustan y con los que estoy de acuerdo. No me gustaban ni siquiera en el tiempo en que eran toda una novedad -la época del honguito de Pepi y las poesías herméticas por todos lados-, imagínense ahora que a los sumo dicen "Ariba el manya", o "Vicky 07".

Totalmente de acuerdo con que el guarda-parques vaya armado. Y que tenga un permiso especial para usar dicha arma sin demasiados requisitos.

En cuanto a la mugre montevideana... los montevideanos son asombrosamente mugrientos, la única ciudad más mugrienta que conozco es Río de Janeiro (que tiene toda olor a fruta podrida), pero la especialidad de los montevideanos es, además de limar monumentos de Zorrilla para comprar pasta, el ensuciar, justamente, los parques. Los parques en muchos países son como santuarios. En Nueva York, que es una ciudad bastante sucia y con un problema asombroso de proliferación de roedores (ratas), el Central Park está más limpio que un hospital y a uno le corretean las ardillas alrededor.

Ahora, con respecto a los tachos y contenedores; yo estoy de acuerdo con los contenedores y creo que han ayudado mucho a la higiene de la ciudad. Increíblemente el vandalismo lumpen montevideano se las ha arreglado para deteriorarlos a velocidad récord. Hace un par de años la IMM colocó toda una serie de papeleras adosadas a las columnas de la calle. En mi barrio, que no es el más vandálico, duraron menos de una semana porque los crotos las arrancaban por las dudas de que valieran algo y los pendejos se divertían partíendolas a patadas.

Anónimo dijo...

La ciudad está más limpia ahora con los contenedores, pero yo no diría que la solución a los problemas son los contenedores. Lo ideal sería que pase el camión a buscar la basura todos los días y hacer una buena campaña para que la gente saque la basura en el horario que pasa el camión.

A mi los contenedores me resultan particularmente desagradables, por no decir inmundos. Si me pusieran uno adelante de mi casa me muero. Es como vivir al lado de un basural. Cualquier día con viento a favor tenés que dormir con el olor a podrido. No me parecen solución, sólo un parche.

Y después tenés el otro problema de la gente que va a juntar basura y se mete adentro de los contenedores. Es un problema social muy grave que exista gente que tiene que vivir de la basura, y que debería ser una prioridad para cualquier gobierno y es una de las razones por las cuales me merece poco respeto este gobierno. Obligarlo a meterse adentro de un contenedor ya es demasiada degradación.

Anónimo dijo...

Sobre el vandalismo no queda otra que mayor control y un sistema de castigos que funcione y que se sepa que es efectivo para disuadirlos.

Rodrigo Terranova dijo...

Vicky no conoce el poema en que Machado quiere tomar nota del olmo caído, de la gracia de los brotes tiernos que asoman en el tronco carcomido.

Pobrecita.

Anónimo dijo...

Una anécdota para ejemplificar gran parte de la cultura Uruguaya con respecto al cuidado de nuestra ciudad:

Iba manejando con mi novia sentada al lado y mi ventana abierta. Llego a un semáforo en rojo y empiezo a hacer lo que hace casi todo conductor: no es sacarme un moco porque no estaba solo, sino mirar a la gente de los otros autos que esperan por el semáforo. En ese instante veo que una mujer, de unos 30 años, sentada del lado del acompañante del conductor, tira un papel a la calle. Visto esto no pude evitar decir en voz baja negando con la cabeza y mirando hacia adelante: "Que terraja..." Resultó que no fue muy en voz baja porque me escuchó y ahí comenzó una agradable discusión:

Ella: ¿Qué dijiste!?
Yo: Que no tires papeles en la calle...
Ella: ¿Y vos quién sos?
Yo: Alguien que vive acá. ¿Vos dónde vivís?
Ella: ¿Quién sos tarado!!?? Yo hago lo que quiero...

Risas de mi novia. Entra en escena el conductor, posible marido/novio de la mujer.

Él: ¿Qué te pasa tarado!? ¿Eh!? Tarado...qué te pasa?

Por suerte se pone la luz del semáforo en verde y como no soy un tipo violento, sé cuando hay que retirarse. De todas formas ocurre una pequeña persecución en la cual me piropeaban bastante desde el auto amigo, pero no con mucha imaginación....me seguían diciendo tarado...

Muchas veces me pregunté como es que sociedades como por ejemplo la de los países europeos aprendieron a cuidar sus ciudades, sus parques, a reciclar, a respetar señales de tránsito, etc. En un viaje de mochilero a Europa con tres amigos encontré una posible respuesta, que la verdad no era lo que esperaba y me desilusionó un poco: dinero. No sé por qué tenía la ilusión de que la gente era así porque realmente estaba consciente del problema y que les preocupaba. Muchas cosas giran alrededor del dinero y me pareció descubrir que éstas también. Si querías una bolsa en el supermercado para llevar las compras tenías que pagarla (salvo que llevaras las tuyas). Todo lo que tuviera un envase (botella de plástico o vidrio, tetra brik, etc.) salía lo que marcaba la mercadería en la góndola más el envase (de esto te enterabas en la caja al mirar la boleta, obviamente los envases eran retornables). Caminando por la calle llegabas a un semáforo en rojo y toda la gente se quedaba parada sin cruzar la calle aunque no viniera un solo auto, después me enteré que hay inspectores que te multan si llegás a cruzar en rojo. Todos estos ejemplos aplicaban en Alemania y hay varios más. Me animaría a decir que es la gran mayoría la que aprende a ser responsable para cuidar su bolsillo que la que realmente se preocupa por estos temas. ¿Será la única solución?

Muy bueno tu blog.

Anónimo dijo...

Ah, "yo hago lo que quiero". Lástima que esa frase proviene en rarísimas ocasiones de gente auténtica, inspirada y original que hace cosas asombrosas y nos obliga a replantearnos todo nuestro sistema de creencias/razones/valores.
En el 99% de los casos está en boca de sujetos incapaces de vivir en comunidad, y es la única (y pobrísima) justificación de sus conductas neanderthalescas. Con perdón de los cavernícolas.

tAM dijo...

no creo q la pobre vicky sea tan ingenua, creo q lo hacia con toda intencion como forma de probar al mundo -o amigos- su audacia... de todas formas, no es nada que nunca se halla hecho... las maldiciones de benito, lejos de ser crueles son una forma de descargar la impotencia de cazar a la minita del cogote y zarandearla un buen rato... una forma bastante inspirada por cierto, jeje.

mas alla de eso, considero a algunos stenciles y graffittis bastante decorativos. cada vez q el 427 da la vuelta por el cementerio de buceo, me cuelgo a leer y mirar las cosas que hay por ahi, siendo muchas de ellas deplorables y muchas interesantes... el otro dia vi uno en el monumento de "los cuernos de batlle" un tiburon q parecia asomar por sobre la fuente queriendo cazar un pescadito, muy lindo... sobre todo xq detesto ese monumento... yo creo q, si bien el lugar donde se ponen los cosos influye, el contenido es el q decide... y/o al reves...

Anónimo dijo...

Niego absolutamente que el mal que se hace siempre vuelve.

benito dijo...

Espero que liv tenga razón, o hay unas atroces insensibilidades y bromas crueles en mi futuro.

Walter Hego dijo...

Es que, como dijo alguna vez nunca supe quién, los montevideanos somos exactamente la inversa de Superman, el cual es -o era- pura conciencia cívica y cero conciencia política.

Qué ciudad de mierda. Qué país de mierda. Qué planeta de mierda. Qué universo ... Ah, no, hasta ahí llego, porque de última queda el pobre consuelo de saber que somos incalculablemente menos que una partícula subatómica de un grano en el orto del cosmos. Y en una de ésas, quién te dice, andá a saber.

Anónimo dijo...

Este blog es fabuloso: algunos de los comentarios son verdaderos posts de un metablog colectivo!

Nada, eso nomás. Saludos. Me encanta pasar por acá.